Azzaraia canturreaba una canción mientras tejía una chilaba negra como un ala de cuervo, a la luz de un candil. Fuera del hogar, la nieve era dueña de todo.
—Tuve dos hijos —susurraba la melodía—, y a los dos los perdí.
Apenas un segundo después de oír un golpe de nudillos en la puerta, Abdel Karim entró con gesto sombrío. Vestía una prenda similar a la elaborada por la mujer, tal vez para poder esconder debajo una extraña espada que nunca antes fue vista entre los árabes. Era una falcata íbera, forjada en secreto como tantas otras.
—Hospitia, Diniu ha caído. Se ha rendido a las hordas del rey Jaime de Aragón.
—Querrás decir Dàniyya —le recordó la mujer el actual nombre de la ciudad sometida—, y yo me llamo Azzaraia.
Abdel Karim echó una mirada desconfiada al exterior, antes de cerrar la puerta.
—Fuera de esta casa —dijo en voz baja—, rezaré a Alá y no comeré cerdo ni beberé vino, pero mientras existan paredes que escondan a los miembros del clan, mi nombre seguirá siendo Viriato y el tuyo Hospitia. He venido a hablar del vínculo de tus hijos con la caída de Diniu. El Oráculo predijo que se encontrarían de nuevo, tarde o temprano. Es su destino.
—¿No te parece muy oscura esta prenda? —cambió de tema la mujer, como si hablara sola—. No sé por qué los hombres tenéis tanto desafecto por el color. Parece una sombra.
Azzaraia clavó sus ojos en los del hombre y su voz se volvió más profunda.
—Y eso parecerá la persona que la vista. Recuerda que nosotros, ahora, también somos sombras.
Febrero de 1276:
La Reconquista era un hecho. Varios estandartes ondeaban en el campamento cristiano, como contagiados por la sed de sangre musulmana que cegaba a sus dueños.
—Al-Azraq encabeza de nuevo una gran rebelión —dijo Rodrigo, el más arrojado de cuantos caballeros conversaran en la tienda sobre un único tema, la guerra—. Rompió la tregua hace un cuarto de siglo, y el exilio no lo amedrenta.
—Ese bastardo firmó vasallaje al rey Jaime —respondió otro caballero—, pero no ha hecho más que levantarse en armas contra la corona de Aragón.
Un tal Francisco de Gamboa, monje que decía pertenecer a la Orden del Císter, se levantó de un butacón como si éste le quemara. Antes de que nadie pudiera interrumpirlo comenzó a escupir versículos de la Santa Biblia, mezclados con otras frases rebuscadas que recordaban antiguos sacrilegios y abusos cometidos por los moros.
Rodrigo volvió a recuperar su visceral odio hacia el Islam. Los monjes cistercienses que lo criaron desde pequeño apenas esperaron a que tuviera conciencia para contarle cómo unos mercenarios moriscos llegaron a su casa y secuestraron a su familia. Si no hubiera sido por ellos, tampoco él habría escapado.
El hecho de crecer sin madre lo fortaleció, lo convirtió en un valeroso guerrero guiado siempre por sus ansias de venganza.
—¡Dios lo quiere! —gritaba tras cada frase estudiada del monje—. ¡Dios lo quiere!
Marzo de 1276:
El Valle de Al-Agwar —Las Cuevas en árabe— estaba encarcelado entre varias sierras, algunas cortadas en vertical por un hermoso barranco. Hacia levante, el horizonte marino chocaba con la silueta de un monte vigilado por las gaviotas, que más tarde los cristianos llamarían Montgó.
Muhammad se asomó tras la gastada almena de una torre de guardia. El paisaje descendía entre terrazas de tierra fértil, salpicadas de frutales y pequeños núcleos urbanos. Los unía un rústico sendero escalonado formado por siete mil peldaños en zigzag, fruto de muchas manos afanosas —en un mañana sería considerado una reliquia de la ingeniería almohade—. A lo largo del barranco, multitud de fuentes derrochaban un agua clara y fría, inconscientes de que siglos más tarde escasearía en ese mismo lugar.
Muhammad era fiel a las tradiciones, al ayuno durante el mes de Ramadán o a la oración diaria.
Alá lo había elegido para acabar con la avanzada cristiana que estaba acabando con los últimos restos del antiguo y glorioso Al-Ándalus, por eso se unió al rebelde Al-Azraq. Corán en mano, siempre se llenaba los oídos con las enseñanzas del profeta, hasta que su desprecio por los hijos de la cruz se crecía como un fuego sobre pasto seco. Así olvidaba que la verdadera razón de su odio era que los infieles le arrebataran a su familia cuando era niño.
—¡Mahoma lo dijo! ¡Alá es grande, y él quiere su destrucción!
Abril de 1276:
La ya anciana Azzaraia merodeaba por el bosque como un pájaro más, recogiendo flores. El hombre que desde hacía horas intentaba entablar conversación con ella la acosaba con palabras que no parecía escuchar. Lo hacía en una lengua que se creía extinta, apenas oída ya en el norte de la península ibérica.
—No insistas, Abdel Karim. Ese tal Al-Azraq será derrotado, y los cristianos seguirán avanzando.
—Pero arrasarán el bosque cuando lleguen aquí. Usaron fuego para rendir otros núcleos sublevados, y no suelen cambiar de táctica cuando una les vale.
—El fuego llegará igualmente. ¿Qué importan las manos que lo traigan? Nuestro pueblo acabará cayendo... o diluyéndose con los suyos, como ha sido siempre.
El hombre hizo un esfuerzo para no alzar demasiado la voz.
—También los romanos creyeron tenernos conquistados, y ya cuando los visigodos reinaban estas tierras, lo único que les importaba era que rindiéramos culto a ese hombre clavado en dos traviesas cruzadas.
La mujer arrancó otra flor, estudiando cada uno de sus colores.
—Se lo rendiremos sin que nadie nos obligue. Nuestra fe se doblegará.
—¿Culto a un hombre ajusticiado con espinas y clavos? ¿O te refieres a ese otro que le arde la cabeza, según ese Corán que tantas veces me obligaron a escuchar?
—Hablas de los hijos, no del padre.
—De “los” padres, querrás decir.
—¿Acaso dudas que pelean por un mismo dios? Hasta ellos lo sabrían si se detuvieran a leer sus propios libros sagrados.
—Sus dioses o sus libros no me importan. Me importa mi gente, y que no quemen nuestro bosque.
—Lo quemarán, tarde o temprano, estemos nosotros aquí o nos hayamos ido.
—Pero Sakarbik y Orisos son el fruto de tu vientre. Si descubren que son hermanos, todo puede cambiar.
—¿Cambiar? —se extrañó Azzaraia. Era la primera vez que se dignaba a mirar a los ojos de su compañero, como si aquellos dos nombres la hubieran sacado de un mundo de sueños—. ¿Para bien o para mal? Mi madre dejó que el tiempo hiciera conmigo lo que me tenía guardado desde que nací, sin interponerse ante los designios del destino. Haré lo mismo con mis retoños, aunque luego ellos obliguen a los suyos a repetir sus pasos. ¿Por qué quieres que sea yo quien acabe con ellos? ¿No ves que si los despojo de una fe tan arraigada en sus corazones los destruiré?
El hombre no supo contestar.
—¿Sabes por qué tu padre quiso llamarte Viriato? —cambió ella de tema, forzando una triste sonrisa.
—¿Quién no conoce la historia del pastor guerrero? Vivió en el otro extremo de Iberia, pero las leyendas vuelan con el viento.
—Déjame igualmente que mi lengua se desahogue repitiéndotela. Hace mil quinientas primaveras, hubo un pastor que se levantó contra el antiguo Imperio Romano. Lusitania aún se nombraba en los mapas. Viriato derrotó muchas veces a los romanos y les obligó a negociar la paz, reconvertido su pueblo en aliado de Roma. Pero los mismos mensajeros que mandó aceptaron otros sobornos y acabaron con su vida mientras dormía. Sin líder, los lusitanos tardaron poco en rendirse y los íberos fuimos esclavizados.
—No todos.
—No si piensas en la esclavitud como en una cadena al cuello. Adoramos a Alá cuando el Islam entró en nuestras casas, y adoraremos al clavado en la cruz cuando empujen a los musulmanes al mar. Claro que seremos esclavos, Abdel Karim. Es nuestro destino.
—Eres afortunada por saber todavía tu antiguo nombre, mientras muchos otros lo olvidaron, como tus hijos. ¿Por qué reprochas de tus raíces? Seremos sombras, como siempre dices, pero sobrevivimos.
—Pronto dejarán de obligarte a rezar arrodillado hacia La Meca, pero tendrás que acudir a otros templos y los nietos de tus nietos sufrirán lo que tú sufres hoy. Si es el valle lo que te preocupa, Al-Agwar será repoblado por familias llegadas del mar, de Medina Mayurqa, no me preguntes cómo lo sé. La tierra me lo dice todo. Vendrán con sus cruces, esclavos de ellas; vendrán y se quedarán.
Viriato era una autoridad dentro del clan, esa comunidad furtiva que arriesgaba su existencia día a día, con cada palabra pronunciada en una lengua prohibida siglos atrás. Si la ocasión lo requería, y la guerra era una de ellas, tenía poder para imponerse al consejo de ancianos, pero ahora todo parecía tener la importancia que Azzaraia le daba. Para él siempre sería Hospitia, aunque pronto la enterraran bajo una lápida con otro nombre. La mujer le dio la espalda y volvió a cubrir su cara con el velo, dispuesta a irse.
—Sakarbik y Orisos murieron... —dijo con pena—. Ahora se llaman Rodrigo y Muhammad.
De nuevo la melancolía invadió sus cuerdas vocales, moviéndolas a su antojo. La canción salió de sus labios como un manantial de notas tristes, sin prisa por alcanzarse unas a otras.
—Tuve dos hijos, y a los dos los perdí.
Título: La sombra de un Nombre
Autor: Jordi Biosca Sancho
Correo Electrónico: baldukari@hotmail.com
sábado, 23 de febrero de 2008
Relatos: La Sombra de un Nombre
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Etiquetas: Relatos
Próxima Reunión
La fecha de la próxima reunión del Taller se ha fijado para el Martes día 26/2 a las 18 h. en la Biblioteca Pedro Laín Entralgo de Dos Hermanas.
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domingo, 27 de enero de 2008
PROXIMA REUNIÓN
La fecha de la próxima reunión del Taller se ha fijado para el Martes día 29/1 a las 18 h. como es habitual, en la Biblioteca Pedro Laín Entralgo de Dos Hermanas.
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sábado, 15 de diciembre de 2007
Relatos: ¿He ganado?
Elías miró su reloj una vez más, con impaciencia. Sólo faltaban cinco eternos minutos para que terminara su jornada, y poder al fin salir huyendo de la fábrica, regresar a su casa, dedicarle un breve saludo a su mujer y sustituir la cena por una cerveza fría, siguiendo el mismo ritual iniciado dos años atrás.
El esfuerzo había merecido la pena. Sabía que su novela tenía fuerza, que era sin duda su mejor obra. Evidentemente no podía ser imparcial, pero tenía la sensación de que había dado en el clavo. La historia era sólida, los personajes elaborados, la trama intensa y el final sorprendente. Saltándose toda la normativa interna de la empresa había impreso en su puesto de trabajo su mil veces revisado manuscrito, que guardaba como un lingote de oro puro en su pequeño portafolios. Trescientas sesenta páginas de esfuerzo, cientos de horas arrancados al descanso y a su esposa, esa chica que quién sabe por qué le soportaba aún, a pesar del poquísimo caso que le hacía. Pero la situación iba a cambiar muy pronto: la compensaría con creces por su sacrificio. Cuando ganara el Sexto Premio Mayúsculas Universales, dotado con trescientos mil euros, iba a llevarla a recorrer las Islas Griegas en un crucero de ensueño, sin ordenadores, libretas o cuadernos: se juró que no escribiría ni una postal mientras estuviera navegando a su lado.
La sirena de la fábrica resopló al fin, y Elías salió disparado como si estuviera huyendo de las llamas del infierno. Alcanzó su coche sudoroso, y tuvo que pelear con el resto de los trabajadores que intentaban salir ordenadamente del aparcamiento de la empresa, personas que, como él, celebraban el fin de la semana. Ellos parecían centrados tan sólo en el descanso y la diversión, pero él tenía un objetivo que cumplir: conseguir llegar a la empresa de mensajería urgente antes de que cerrara –y tan sólo tenía treinta minutos para hacerlo- y enviar su preciada novela directamente rumbo a la gloria. Había tenido que encuadernarla con un simple gusanillo –otro presente de su empresa, que no iba a arruinarse por ello-, pero eso era lo de menos. Media hora y su novela pasaría a engrosar la lista de obras concursantes. Sentía tanta emoción como nerviosismo: si lograba enviar su novela –ese viernes se cerraba el plazo de presentación de originales, por lo que la fecha del matasellos resultaba fundamental-, ganar sería tan sólo una cuestión de tiempo.
Tras una loca carrera que le hizo atravesar la ciudad de parte a parte, saltándose unos cuantos semáforos y transgrediendo un buen número de normas de circulación, ajeno a los radares y limitaciones de velocidad, consiguió llegar a la agencia cinco minutos antes del cierre. Como si estuviera ejecutando un ritual mil veces repetido en su imaginación, entregó el sobre que contenía su tesoro al cansado trabajador que, mirándole con desgana, cumplimentó los documentos que certificarían que el envío urgente de Elías iba a llegar puntualmente a su cita con la gloria. Y, por fin, respiró tranquilo. Lo había logrado; había llegado a tiempo. Regresó a su coche caminando despacio; se sentía tan bien que ni siquiera le importó encontrar anclada en el parabrisas una multa por estacionamiento indebido. Cogió la multa con delicadeza, la aplastó hasta convertirla en una diminuta pelotita de papel, y la tiró al suelo. Pronto iba a formar parte de los Elegidos, así que ¿a quién le importaba una multa?
Elías se introdujo en su coche y giró la llave de contacto. Como siempre su maldito cacharro se negó a arrancar a la primera; no le importó lo más mínimo, pues pronto podría cambiar su viejo artefacto de segunda mano por un vehículo nuevo. Con una sonrisa mezcla de cansancio, felicidad y satisfacción, giró de nuevo la llave de contacto, consiguiendo por fin que su sufrido auto arrancara, y se dirigió a casa. Tenía ganas de ver a Marisa, para decirle que lo había conseguido; que había llegado a tiempo. Y a continuación la besaría y le haría el amor lenta y apasionadamente.
El tráfico era muy denso; no sólo era viernes, sino que además el lunes siguiente era festivo, por lo que toda el mundo parecía haberse puesto de acuerdo para abandonar la ciudad. Los carriles de la autovía estaban colapsados, saturados de automóviles en ambas direcciones. Pero ya no tenía ninguna prisa; le tenía sin cuidado circular en segunda sin pisar el acelerador. Además, la lentitud del tráfico le permitía ir repasando mentalmente su novela, intentando descubrir inconsistencias, puntos débiles, sin conseguirlo.
Ni siquiera tuvo tiempo de ver los faros del vehículo que, tras saltar la mediana, se abalanzó sobre él. Quizás a causa de que su mente se encontraba muy lejos de la autopista, centrada en la imaginaria ceremonia en la que recogía el preciado trofeo que le iba a consagrar como escritor, le permitiría dejar su mal remunerado empleo de esclavo, y le lanzaría directamente hacia la gloria. No sintió dolor alguno: tan sólo una enorme sorpresa al verse envuelto por las luces del vehículo que se estrellaba frontalmente contra él a toda velocidad. Y su mente se llenó de oscuridad.
Elías fue recuperando muy lentamente la conciencia. Sus extraños sueños se mezclaron con intensas sensaciones olfativas, y su cerebro comenzó a abrirse paso hacia la realidad atravesando negros nubarrones de olvido y dolor, como si estuviera despertando de un sopor inducido por hipnóticos, o de una borrachera infernal. No podía abrir los ojos, ni mover un solo músculo. Sin embargo sus oídos funcionaban: pudo escuchar un rítmico sonido electrónico, que supuso originado por los equipos hospitalarios. Recordó entonces el accidente, con tanta claridad como si lo estuviera viendo en una película. Un desgraciado había saltado la mediana y se había empotrado contra su coche.
Seguía sin poder abrir los ojos, pero aun así la claridad comenzaba a resultarle insoportable. Intentó mover los dedos de las manos sin conseguirlo, y una horrible sospecha le atenazó: quizás hubiera quedado parapléjico. Y, por si fuera poco, debía llevar mucho tiempo inconsciente; quizás varios días o semanas. ¿Se habría perdido el desenlace del concurso? ¿Se habría perdido la ceremonia de entrega de premios? Intentó moverse de nuevo, pero su cuerpo se negó a obedecerle.
Pudo escuchar el sonido de una puerta abriéndose, y una voz lejana que le hablaba con cariño. Sin duda se trataba de Marisa. Seguro que lo había pasado fatal durante su convalecencia. Intentó responderle, pero aunque sus cuerdas vocales comenzaban a cobrar vida, sólo pudo emitir unos breves sonidos entrecortados. Y de pronto dejó de escuchar la sin duda femenina voz que se dirigía a él.
Clara, una de las enfermeras del turno de noche, entró en la sala de guardia corriendo, con una sonrisa mezcla de emoción y sorpresa en los labios. El médico de guardia y la enfermera jefe se le quedaron mirando desconcertados.
-Se ha despertado, ¡Se ha despertado! ¡Lo sabía!
-¿Quién se ha despertado, Clara? –contestó el doctor Fontana mirándole a los ojos-.
-Elías. El paciente de la 136 –dijo ella-.
-No es posible, maldita sea.
-Se lo juro. Ha intentado hablarme. Vaya, parece que la noticia no le agrada, doctor Fontana.
-No, no es eso. Simplemente me fastidia que esto haya tenido que ocurrir en mi turno.
-¿Por qué? –preguntó Clara cándidamente-.
-Usted es muy joven, y ha cuidado de ese hombre esmerada y cariñosamente, lo que le honra. Pero Elías lleva treinta años en coma vegetativo tirado en esa cama; casi los mismos que hace que yo finalicé mis estudios de medicina. Para él, el tiempo se ha detenido. Y voy a tener que ser yo quien le diga que tiene sesenta y cinco años, y que se ha pasado toda su vida solo, convertido en un vegetal conectado a una máquina.
-Doctor, creo que se está excediendo. Es un milagro.
-Cuando le contemos la verdad sobre lo que le ocurrió, creo que lamentará no haber muerto el día del accidente. ¿Tiene algún pariente o amigo que podamos localizar?
-Nadie en absoluto –dijo Clara perdiendo su sonrisa-.
-Maldita sea… Bien, vayamos a verle cuanto antes. No se separe de mi lado, Clara.
Elías notó que la puerta se abría de nuevo. Tenía que tratarse de Marisa. No podía verla, pero al menos podría hablarle, pues ya había conseguido articular algunas palabras. Mil sentimientos se agolparon en su corazón, pero no pudo evitar dirigirse a la oscuridad con una pregunta que le tenía en ascuas:
- Marisa… ¿He ganado?
Título: ¿He ganado?
Autor: Leonardo Ropero Serrano
Correo Electrónico: sb155@telefonica.net
Biografía: Ingeniero Industrial de profesión, comencé a escribir en el año 2005, como válvula de escape de mi trabajo. El resultado fue la novela "Crónica de Nerdhos", finalista de la IV edición del Premio Minotauro. Desde entonces he terminado dos novelas más y varios relatos, uno de los cuales recibió una mención de honor en el Concurso Andrómeda de Ciencia Ficción Especulativa de 2007. Los temas que más me interesan son la fantasía y la ciencia-ficción.
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Etiquetas: Relatos
viernes, 14 de diciembre de 2007
Próxima Reunión
El martes 18 de diciembre, la reunión bisemanal de la Conjura se celebrará, de manera extraordinaria, en la librería La Araña debido a problemas de disponibilidad del punto de encuentro habitual en la bilioteca pública de Dos Hermanas.
La dirección de LA Araña es: C/ Amargura, 8 de Sevilla.
La reunión tendrá lugar a las 18.00 h.
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lunes, 10 de diciembre de 2007
Relatos: La Ducha
Una gota. Otra gota. Otra más. Ana estiró la sábana cuanto pudo para que le cubriese más allá de la oreja. ¿Qué hora sería? Se quedó dormida nada más acostarse, pero algo la había despertado. Germán aún no había llegado. Otra gota. Aquella ducha la volvería loca cualquier día. ¿Por qué insistía en gotear precisamente las noches que su marido tardaba en volver de su turno? Cada gota de agua estampándose contra el fondo de la bañera resonaba en su cabeza como si alguien estuviese tirando la pared con un gran martillo. Podría levantarse a cerrar el grifo. Sería lo lógico. Pero tenía tanto miedo.
Siempre le había pasado, desde niña, y ya entonces su padre le decía que aquellas películas de terror le iban a comer la cabeza. Germán también se reía de ella por esa razón. “¿Para qué las ves si después no te aguantas del miedo?” Pero no podía evitarlo, le encantaban. Y cada vez que la maldita ducha empezaba a gotear, ella veía la escena con claridad: la joven medio desnuda que acude a apretar el grifo, ignorando que un psicópata desfigurado con un mohoso cuchillo de carnicero aguarda cerca... Bien, pues que se metiesen con ella todo lo que quisieran, porque no pensaba levantarse.
Otra gota.
Otra más.
Llegaba un momento en el que su ansiedad le hacía imaginar que el psicópata salía de su escondrijo, y se encaminaba por el pasillo, despacio, muy despacio, hacia el dormitorio. ¿Qué había sido eso? ¿Había escuchado un ruido, una puerta tal vez? Otra gota más, y veía en su mente una figura grande, algo encorvada, que arrastraba una de sus piernas mientras avanzaba. Pasaba junto a la puerta del baño y... ¿Ya no goteaba la ducha? De pronto había parado. Estaba tan inmersa en sus temores que no había sido consciente de... No, otra vez. Fue sólo una ilusión. Dejó de gotear por un rato, el tiempo justo de... de que aquel ser deforme de su imaginación pasase junto al baño.
De espaldas a la puerta, Ana tiró aún más de la sábana, como si de ese modo estableciese una barrera infranqueable para esa creación de su mente. Y sin embargo, ¿no escuchaba algo? ¿Algo más allá de las gotas en la ducha y del tictac del reloj del salón, algo más allá del silencio imperturbable de la noche? Un escalofrío recorrió su espalda. Odiaba aquella sensación, tan habitual sin embargo en ella. Era igual que bañarse una playa donde no tocara el fondo. Era el miedo a lo que se escondía en las sombras, más allá del vacío. ¿Habría entrado ya en el dormitorio? Tal vez la estaba observando... ¡Bueno, basta ya! Ana dio un manotazo en la cama para reforzar su repentino brote de valor. O se ponía seria o no sería capaz de dormir en toda la noche. “¡Vamos a por esa ducha!” Exclamó finalmente al tiempo que se incorporaba en la cama.
Primero fue el olor a putrefacción, e instantes después el cálido aliento recaló en su nuca. Se giró instintivamente para buscar su origen y se topó con un amasijo de carne, pellejo y grapas metálicas, que quizá alguna vez fue un rostro. Apenas tuvo tiempo de horrorizarse antes de que un machete mugriento y oxidado le atravesase el estómago. Con un rugido casi animal, la figura entre sombras extrajo el arma del cuerpo de Ana con la facilidad con la que hubiese destripado una muñeca de trapo. En su último aliento, la chica llegó a ver unos grandes y risueños ojos amarillos. ¿Estaba sonriendo? El machete surcó la oscuridad antes de separar la cabeza de Ana de su cuerpo con un contundente tajo. El silencio se apoderó de la noche. Sólo sobrevivía la respiración carcomida del verdugo y los leves roces de la carne agonizante. Poco después, la silueta se desplazaba a contraluz por el pasillo con pasos tan pesados como puñetazos de borracho. Entre sus dedos recios y ásperos sujetaba los cabellos de Ana, un juguete roto; esa muñeca desencajada.
En el suelo, tras él, quedaban los sueños convertidos en oscuros regueros viscosos. Llegó al baño e izó la cabeza hasta unir con torpes nudos los mechones grumosos en torno a la barra de la cortina de ducha.
Allí colgaba ya la cabeza de Germán, un amasijo oscuro y soez.
Del cuello cercenado de Ana cayó una gota.
Otra gota.
Otra más.
Título: La ducha
Autor: Javier Márquez Sánchez
Correo Electrónico: javiermarquezsanchez@hotmail.com
Web: http://www.javiermarquezsanchez.com/
Biografía: Periodista y escritor nacido en Sevilla. Subdirector de las revistas Cambio16 y Cuadernos para el Diálogo, y colaborador de otros medios como Interfilms y Efe Eme. Autor de varias biografías musicales, sus obras más recientes, sobre Frank Sinatra y Elvis Presley, han sido publicadas en varios países.
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jueves, 6 de diciembre de 2007
Jornadas Fantásticas en Dos Hermanas
El II Encuentro de Literatura Fantástica de Dos Hermanas (Sevilla) tuvo tanto éxito que el comité organizador se ha puesto ya a trabajar en el programa de la tercera edición, prevista para la segunda quincena de septiembre de 2008. Entre sus primeras iniciativas ha estado la de convocar un concurso para escoger el lema de este III Encuentro de Literatura Fantástica (La primera edición llevó por título “Crónicas de lo imaginario” y la segunda, “Caminantes de otros mundos” .
El lema, que debe constar de cinco palabras, tiene que ser suficientemente significativo y estar relacionado con la literatura fantástica, en general, y con la creatividad en particular. El fallo se llevará a cabo el 31 de mayo de 2008, y el ganador y los dos finalistas recibirán un lote de libros.
Podéis consultar las bases detalladas del concurso en http://www.elautor.com/jornadasDDHH3.htm
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lunes, 3 de diciembre de 2007
Próxima Reunión
La fecha de la próxima reunión del Taller se ha fijado para el Martes día 4/11 a las 18 h.
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viernes, 30 de noviembre de 2007
Relatos: Vuelta a empezar
Cuando consigues apartar la hierba, emerges sintiendo el aire que penetra por tus fosas nasales y das gracias porque tu familia no tuviera suficiente dinero para pagar una lápida mayor. Te sientes dominada por la fuerza sobrehumana que te ha permitido romper la madera podrida, remover furiosamente la tierra y abrirte camino desde el ataúd; pero ese poder no les bastará a todos los desafortunados que fueron sepultados en angostos nichos o bajo pesadas losas de mármol.
Tras extraer las piernas del subsuelo, todo tu cuerpo, cubierto de andrajos, comienza a erguirse, recuperando la posición vertical, algo que parecería imposible para un difunto condenado a la eterna horizontalidad. Mientras, los tejidos, orgánicos o no, siguen recomponiéndose. La falda y la blusa dejan de colgar como harapos y la carne continúa regenerándose, rodeando huesos y articulaciones. La vida vuelve a ti.
Apenas guardas memoria de quién eres o cómo te llamas, pero sientes una incipiente lucidez y eres consciente de lo que está sucediendo, aunque resulte inconcebible. A tu alrededor, los moradores de otras tumbas también están despertando. Salen al exterior con semblantes tan desconcertados como el tuyo. La expresión vuelve a sus rostros rejuvenecidos a medida que los músculos dibujan los rasgos y la piel recobra la tersura.
La nieve caída durante los últimos días se agrupa componiendo copos y se eleva hacia el cielo, mezclada con gotas de agua y nubes de vapor. Es un fenómeno nuevo: está lloviendo hacia arriba. Lo estás presenciando y, aun así, te cuesta creerlo.
Como parte del ajuar funerario, te dejaron puesto un viejo reloj de pulsera; ahora vuelve a funcionar, pero las manecillas giran en sentido contrario al habitual. Es de día, pero oscurece con rapidez. El Sol ha recorrido velozmente todo el firmamento y se oculta por oriente, con el resplandor de un amanecer. La nieve se derrite porque hace tan sólo unos instantes era invierno, pero ya es otoño. El tiempo transcurre rápidamente, hacia atrás.
Sin embargo, los movimientos de la naturaleza se van haciendo más lentos, como una goma elástica que se tensó hasta el máximo y poco a poco recupera su estado normal. Toda la existencia se dilató hasta alcanzar sus límites, hasta que la entropía sufrió un revés. Al llegar el último día, se produjo la resurrección de los muertos, como estaba escrito. Todo marcha al revés, de nuevo hacia el principio de los tiempos.
Título: Vuelta a empezar
Autor: José Angel Muriel González
Web: http://www.elautor.com; http://www.joseangelmuriel.com
Biografía: Licenciado en Matemáticas e informático de profesión, llevo mucho tiempo satisfaciendo la necesidad de escribir, de crear historias y trasladar la realidad a la ficción con palabras. He obtenido varios premios literarios, se han publicado algunos de mis relatos en diferentes antologías y en 2005 publiqué mi primera novela, “Ladrones de Atlántida”, obra reeditada este mismo año.
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Relatos
Hoy damos comienzo a uno de los objetivos que nos marcamos con la creación de este blog: el de mostrar relatos de autores noveles.
Entendemos que hay buenos, muy buenos escritores que aún son desconocidos para el público en general, pero que, con el tiempo, pasarán a formar parte de la realidad literaria de nuestro país.
Nuestra intención es presentar a dichos autores. Y para eso, nada mejor que una muestra de su estilo. De modo que a partir de hoy, y de forma periódica, iremos colocando relatos cortos, tanto de miembros de La Conjura, como de autores invitados.
Queremos dejar claro al inicio de esta actividad que el autor tiene total libertad en cuanto al relato que quiere regalarnos. No se le dan instrucciones previas, ni tema del relato, y tan solo se le pide que no exceda de unas 1500 ó 2000 palabras. Por lo tanto, podremos descubrir relatos de todo tipo, lo que dará mayor riqueza a esta sección.
Esperamos que disfrutéis de ella.
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